Ciudad contra la lluvia
Algeciras, AMP Victoria Kent, 2005
23 pp. 20,5x14 cm
ISBN: --
PVP: --
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Definición


Amándote en el fuego,
como hábil carroña que esperara
una boca infernal que todo lo encendiera.

Ya ves de cuánto amor te hago la víctima.
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Ciudad contra la lluvia


Levanto la tristeza de mis ojos.

Acá tienes, enhiesta, a la mujer
de vidrio herido y roto.
Por amor es ciudad, y eleva chimeneas
-versos que son gaviotas- por el aire.

Sabe que existe un hombre
que siembra sus cimientos y le traza
sus plazuelas y calles,
arrogantes, sus fuentes, y balcones.
Un arquitecto sordo de su carne.
Un dios cierto y menor,
como todos los dioses que perduran.
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Paseo vespertino en el Reina Cristina


Es tarde y los jardines aún mantienen la luz.
Mantienen esos ojos con que miro
sus victorianas casas, sus palacios.
Mantienen el amor, como si fuera un águila
que, al no querer morir, se ahorque del ocaso.
Mantienen esos dedos,
hechos como gavillas, que me aferran
-como blancos manojos de ceniza-
y el trigo de tu cuerpo
que me dora las sombras de la boca.

Un viento te levanta y eres como una fuente
que en mi espalda salpica todo el tacto.
Un viento que secciona
y me dibuja, en sueños, torbellinos,
donde erizas mis pechos, tan sólo con tocarlos.
No es todavía noche y ya es la noche,
la linde que separa nuestros cuerpos,
como un margen de río, sin contener sus aguas.

Caminamos; camino
hacia dentro de ti. Tú te aventuras
en la selva ruidosa de mi lengua.
Desandas todo paso,
hasta llegar al nido donde todo
se levanta de nuevo. Te he ofrendado mi reino
en esta tarde antigua donde el rito
retorna a la niñez. Y ahora, yo, más pequeña,
con el amor más grande colgando de mi peso
que, ingrave, voy dejando en tus mejillas,
llevo en mis manos rotas un barco vegetal
y una delgada flauta, los mismos, que recuerdo,
juguetes de mi infancia-.

.............................................Y ahora
-cuando miro la tarde y aún no es tarde,
no es tarde, aún, amor-, cuando las rosas
se expanden de silencio y se esconde la lluvia
y todo el firmamento
parece estar dispuesto a su mutismo,
suena, empero, una música
y un corazón se saja de mis labios
y se derrama en ti,
tal si fuera una hiedra. Y te posee.

Trepa como una fiera el corazón
que no quiere morir
y se despeña ardiente y en tu roca
se queda acurrucado y ya no busca
latir en más caricia que tu herencia.
Y esa niña retorna,
tal vez, a ser mujer y a devorarte
y a derribar sus plazas y tus fuentes
y a dejarse rehacer, nuevamente, a tu modo.
Y aún a gritarte, dócil,
-en el silencio ya de, este, su nuevo tiempo-
que la poseas, ames, destruyas, hagas nido
de todas sus alcobas desoladas.

La tarde va cediendo sus matices
y la noche, que sabe
de ese dolor amargo del amor
contra el largo meandro de las horas lejanas,
se rinde clamorosa y sus banderas
nos cubren con la sombra. El firmamento en ónices
ha guardado el paisaje hasta la aurora.

Suena un beso en las ramas y dos cuerpos
se han dejado morir. Se abre la noche.

Los jardines, ardiendo, destruyen ese hotel
y Federico vuelve
a recitar sus versos más oscuros.
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Él escucha los versos que le leo


Desnudo de ilusión se tumbaba en el lecho.
La triste prostituta del dolor lo poseía y, luego,
lo dejaba morir en lentísimas notas.

Abrí sólo una página, y un poema
le arrancó toda losa y el olvido
le devolvió las alas.

Yo pronuncio, desnuda:

Sólo vive quien besa
Aquel cuerpo de ángel que el amor levantara.

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