Liberado el yo poético a través del proceso creativo, éste trasciende el presente para fundirse con otras voces dotadas de corporeidad e insertarse, de este modo, en una sutil red de complicidades con cuantas mujeres han hecho del vivir un acto de rebeldía.
Soledad Ruiz Seguín
Os presento a Dolors, una persona con mayúscula. Yo la compararía con una coctelera donde se han ido metiendo las cantidades justas de cada ingrediente, que conforman el comportamiento humano, para que el cóctel sea perfecto. Cada vez que nos ofrece un sorbo, siempre encontramos la justa medida de lo que necesitamos en ese instante. Atrae por la calidez magnética de su personalidad. Se podría decir que en ella se da la “conciencia de Afrodita”. Como poeta se produce una interacción entre su profesionalidad y su espontaneidad; se concentra, y es absorbida por la palabra, por sus versos, pero mantiene la distancia justa para ser objetivamente desapegada. El resultado son creaciones extáticas con sustancia honda y conmovedora. Creadora en su estado más puro, su trabajo surge de una implicación apasionada e intensa: casi como con un amante. Para ella es una experiencia sensorial en la que todos sus sentidos son potenciados y recibe impresiones de la percepción a través de muchos canales, empezando por los sentidos.
Antonia Delgado Diéguez
Dolors Alberola tiene algo de malabarista, por aquello de llevar siempre varios libros entre manos. Tiene otro tanto de vagabundo, por eso otro de marchitarse en la monotonía. Tiene, sobre todo, el corazón y la mente de quien ama la poesía y el espíritu inquieto de quien asegura que «nunca escribimos nuestro mejor poema».